martes, 27 de septiembre de 2011

Un mal trago-Juan Soler-




Los cargos públicos, electos o no, están obligados a dar ejemplo a la ciudadanía de, al menos, su honorabilidad. Al margen quedan otras virtudes tales que la capacidad de trabajo, la formación necesaria y una cierta altura de miras, por lo menos. Pero hay una coartada casi perfecta cuando se trata de justificar actitudes que no se corresponden con la idea que se debería tener de quien ejerce cualquier cargo público: es cuando algún bienpensante acude a ese kugar común, según el cual los políticos no son la representación más o menos genuina de la sociedad y si en la sociedad hay de todo, lo lógico es que entre los políticos haya asimismo de todo. Y como se está ante una fórmula electoral, excepto para el Senado, de listas cerradas, de tanto en tanto se puede colar algún chorizo, sin que el elector puedan hacer absolutamente nada por evitarlo. Se vota la lista entera, con lo que la posibilidad de no acertar se multiplica. No siempre hay posibilidad de enmendar, pero de tarde en tarde se produce. A veces, incluso por iniciativa del elegido.
Resulta ser que el edil del Ayuntamiento de Borriana, Andrei Griñó, acaba de dimitir como tal, tras dar positivo en un control de alcoholemia.Dice que la dimisión se produce por ética, por coherencia política y para dar ejemplo. Los españoles tenemos mucha tendencia a levantar el codo, si bien no puede decirse que sea el país europeo en el que los ciudadanos vayan por las tabernas batiendo récords. Pero todo y lo dicho, mamar, se mama, y que se lo pregunten si no a los y las jóvenes que las noches de fin de semana se dan al botellón para ahogar las penas.
Es por eso que actitudes como las del edil de Borriana resultan de lo más estimulantes. Al menos, se está ante alguien que se respeta a sí mismo, a la Corporación de la que forma parte, a la ciudadanía y a sus electores. Otros con peores “hazaña”, siguen en la poltrona tan ricamente después de peores faenas.
Juan Soler

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